sábado, 30 de mayo de 2015

Reflexión lingüística. Temática filosófica.




AÑO 1 NO. 1, MAYO 2015



DE LA LINGÜÍSTICA FORMAL A LOS CONTEXTOS CIBERESPACIALES


Por Gerardo Roa Ogando
    Resumen

Este artículo introduce el concepto de lingüística cosmológica, como una propuesta teórica que ha sido el resultado de una investigación empírica y bibliográfica patrocinada por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) durante los años 2014-2015, la cual tuvo como objetivo caracterizar los contextos históricos, actuales y ciberespaciales en los que tienen lugar los intercambios comunicativos. Los resultados preliminares de la misma advierten la necesidad de adecuar los procedimientos de investigación lingüística, así como los métodos de enseñanza de la lengua al cosmocontexto, concepto que incluye el contexto presencial y el contexto virtual en los que los hablantes producen discursos.

Palabras clave: Cosmolingüística, cosmocontexto, entramado discursivo, discurso, texto 

Summary:
This article introduces the concept of cosmological linguistics, as a theoretical proposal that has been the result of an empirical and bibliographic research sponsored by the Autonomous University of Santo Domingo (UASD), 2014-2015, which aimed to characterize the historical, current and cyberspace contexts those occurring communicative exchanges. Preliminary results from the same feel the need to adapt linguistic research procedures and methods of teaching the language, the cosmocontexto, a concept that includes virtual classroom context and the context in which the speakers produce speeches.
Keywords: Cosmolingüística, cosmocontexto, discursive framework, speech, text


El concepto “lingüística cosmológica” es una propuesta que hace énfasis en los resultados de investigaciones, los cuáles han confirmado que el estudio particularizado y abstracto de las unidades del lenguaje, entendido como capacidad, forma, función, estructura y uso, puede adolecer de valor lingüístico e intelectual, sobre todo, en la era de la información en la que hoy vive la humanidad (Barroso, 2007: p. 7-12; Kander, 2000: 54-60; Milner, 1989: 38; Roa, 2013, p: 35-40).
Como advierte Merejo (2007, p. 5) hoy más que en cualquier otro tiempo “es preciso comprender que las sociedades de la información y del conocimiento son la que llevan la hegemonía en el panorama político internacional y las que imponen las reglas de juego en el plano económico. De ahí que el sentido ético sea comprender que esto no es moda pasajera o simples ideas vagas, sino nuevas relaciones sociales tecnológicas que exigen nueva forma de educar, de dirigir la economía y entender la cultura y los demás aspectos de la sociedad”.
También a la lingüística, como principal ciencia del lenguaje, le corresponde reorientar sus enfoques para responder a estas demandas del presente que menciona Merejo. García (2002, p. 25) igualmente piensa que el mundo globalizado y cada vez más abundante en informaciones en el que actualmente vive la humanidad, exige hoy más que nunca –y a mayor grado– el desarrollo de competencias múltiples.
Las exploraciones bibliográficas que hemos realizado, indican cómo cuarenta años atrás, el almacenamiento de datos e informaciones en la memoria cerebral humana era necesario para sostener  los intercambios sociales, pues antaño no existían los ordenadores que hoy por hoy han llegado a ser “prótesis” de nuestro propio cerebro. ¡Cuán gran cantidad de números telefónicos y fichas de autores, por ejemplo, era capaz de memorizar un ciudadano medio de la época pre-cibernética! No obstante, hoy, con tan sólo teclear sobre un enlace se encuentra un cibernauta con millones de páginas electrónicas que abordan un mismo tema desde diversas perspectivas. Ante tal afrenta, cualquier lector medio pudiera sentirse abrumado o tal vez confundido si no contara con criterios de búsqueda que le permitan categorizar la información según sus intereses y/o necesidades.
Aunque hoy nadie duda que De Saussure (1916) fue quien precisó las categorías definitorias de la lingüística como ciencia, logrando incorporar el concepto de lengua como objeto de estudio de la lingüística (distinto al lenguaje y al habla), nuestra perspectiva advierte que tales conceptualizaciones saussureanas no deben ser entendida desde un único punto de vista sincrónico, como este insigne autor las propuso. Cien años de investigaciones posteriores a Ferdinand de Saussure han demostrado que el objeto lingüístico no puede ser abordado únicamente desde un punto de vista homogéneo y abstracto (sincrónico), puesto que, como se infiere de Bajtín (1998, 60-79), la sincronía existe en función de la diacronía, y esta sin la sucesión sincrónica de hechos lingüísticos, tampoco sería posible.  
Lo mismo es aplicable a las demás dicotomías saussureanas. Es casi imposible concebir el significante como particular al significado (y a la inversa) del signo lingüístico, ya que el primero constituye la huella acústica y psíquica que nos permite identificar al segundo. Al propio tiempo, el referente o realidad, al que Saussure dedica muy poca reflexión, es la razón por la que existe el signo lingüístico y éste, a la vez, existe debido a que forma parte del cosmocontexto en que vive el sujeto, quien por múltiples necesidades (comunicativas, psíquicas, afectivas, sociales, económicas…) denomina la realidad ontológica y la convierte en objeto de sus circunstancias de forma arbitraria. Luego sucede que la delimitación entre significado y significante es tan irreal que no es posible desligarla una de la otra, puesto que cada vez que un significado es expresado, desde el punto de vista de la lingüística formal, lo que expresamos en realidad es una cadena de significante, dejando lo que entendemos como significado a una noción que escapa a la lingüística saussureana, pero que sí hallamos en otra disciplina, verbigracia en la psicología cognitiva.  
Esto mismo sucede con la dicotomía saussureana de relaciones sintagmáticas y paradigmáticas, sobretodo porque es imposible hablar del primero sin el segundo, y viceversa.
Y en cuanto a la delimitación que Saussure establece entre lenguaje, lengua y habla, una observación detenida indica que en la realidad, no es posible concebir la una sin la otra. El lenguaje, como capacidad innata que permite que los sujetos hablen lengua, no sería lenguaje sin el dominio de un sistema de significado que permita la concreción, o habla, mediante la cual el sujeto se expresa. Por tanto, resulta difícil hablar de la lengua, aislada al lenguaje y al habla. En tal caso, se estaría hablando de una lengua que ha dejado de hablarse, o porque todos sus hablantes han muerto o porque la misma ha cambiado diacrónicamente, como expresa Bernández (2004, p. 123).
Este razonamiento pone en entre dichos, igualmente, la noción de lingüista como ciencia única de la lengua, puesto que las características de una ciencia vienen dada por la naturaleza de su objeto, en términos ontológicos. Como hemos visto, la naturaleza del lenguaje, o energía, es por naturaleza compleja, puesto que no es posible explicarla desde una única disciplina. Como expresa Humboldt (1990/1837: 56): “Aunque estamos habituados a pasar de los sonidos a las palabras y de éstas al discurso, lo que es primero es el discurso”.  
Contrario a las ideas de Humboldt, la lingüística general ha dirigido sus esfuerzos a la descripción de la lengua, desde unas perspectivas fónica, formal y sémica, dejando de lado el significado global del discurso, el sentido, el referente y otros aspectos esenciales para el logro de los objetivos del propio lenguaje. (Benveniste, 2004: 33)
En las escuelas estructuralistas del siglo XX se estudiaron (con excepción, en mínimas partes, del danés Louis Trolle Hjelmslev) las nociones de lengua, sin otorgar mucha importancia a la complejidad que se entrama en ese fenómeno complejo que es el lenguaje.
Pero con todo, algunas de estos lingüistas reconocían que no era posible reducir la lengua a una sola forma, como bien indica Sapir (2004: p. 29): “El lenguaje es un método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberadas”.
El propio Saussure al referirse al lenguaje, lo hace como una facultad multiforme, heteróclita, y a la vez físico, psíquico, fisiológico, social e individual. Pero como indica Niño (2007: p. 120), “decidió considerar como objeto de estudio la lengua, [aislada de la facultad y del uso] por ser ésta una totalidad en sí y un principio de clasificación”. Pues aparentemente, ésta concepción de Saussure más bien resultó ser una excusa involuntaria y cuasi consciente, debido a la errada creencia del positivismo que considera ciencia sólo a aquellas que fueran capaces de responder a los rigores cuantitativos de las ciencias naturales y las matemáticas.
A partir de la década de los años 60 del siglo XX, las teorías del contexto y del análisis del discurso han aportado líneas que responden a las realidades de la lengua. Petöfi et al (1978) y Van Dijk (2005) han realizado grandes contribuciones para una mayor y mejor comprensión del objeto lingüístico; y si le agregamos las teorías del ciberespacio publicadas por Merejo (2007, ib.) llegamos a comprender que el campo de acción de la lingüística es hoy mucho más amplio que en años atrás. Asimismo, Morín (1994) con sus teorías del pensamiento complejo ha hecho comprender que el conocimiento es multidisciplinar, lo que significa que las disciplinas se implican por la naturaleza implicada del mundo.                 
 Teniendo todos estos datos como antecedentes, y aunque es justo reconocer la concepción saussureana de lengua como sistema, la cosmovisión lingüística que proponemos no se circunscribe a ningún sistema abstracto y homogéneo. Contrario a esta idea, el objeto de estudio de la lingüística cosmológica no es, ni puede ser un único sistema, sino el cosmosistema de entramados comunicativos compuesto por conjunto de sistemas discursivos que se entremezclan en el cosmos ontológico, dotando al cosmolingüista de una línea de pensamiento transdisciplinar, favorable para la búsqueda constante del saber, sin presumir de ser filosófica ni de ser científica; porque en efecto no es la una sin la otra; ni únicamente la una ni la otra; y no se circunscribe a los rigores reduccionistas del pensamiento parcelario de la llamada lingüística moderna, valga la redundancia (Roa, 2015: pp. 5,6).
La lingüística cosmológica es una dimensión de estudio que invita a los laboriosos de la lengua, y de otras áreas a fines, a descubrir la propia concepción del ser en su propio discurso, desde una perspectiva que trasciende a la descripción de datos descontextualizados del cosmos o conjunto indeterminado de discursos. En cosmolingüística se estudia al sujeto en su discurso, y al mismo tiempo a la inversa, en el cosmocontexto, incluyendo la interacción lingüística que tiene lugar en el ciberespacio (el mundo virtual) y en el espacio físico, trascendiendo las concepciones lingüísticas parcelarias a una lingüística cosmológica o, lo que es lo mismo, de la complejidad; teniendo como ventaja la concepción de un sujeto cosmovisionario, ubicado en el cosmos al que corresponde y al que conoce con detalles, gracias al corolario de su intensa y asidua interpretación del mundo.
Las reflexiones acerca del signo lingüístico y sus diversas características cuentan más de dos mil años, desde que en la India y en Grecia fuera iniciada. Por lo anterior, el concepto de lingüística cosmológica, atendiendo al significado histórico de la palabra cosmología: “Estudio del universo en su totalidad” (DRAE, 2010), refiere a la visión global con que esta dimensión dialéctica enfoca el objeto de su estudio. Sugiere con esta expresión la inclusión del estudio de todos los elementos extralingüísticos que coexisten en el contexto de producción de un determinado acto lingüístico. Supone reconocer que el estudio abstracto y descontextualizado de los aspectos que conforman el signo lingüístico, no es suficiente para exponer la realidad del lenguaje, debido a su limitada e instrumental contribución intelectual. Implica aceptar que el objeto de estudio de la lingüística está compuesto por el universo o cosmos, por expresarse este gracias a la materia prima de la percepción humana, la cual primero nace en forma de pensamiento y luego se transforma en discurso. En definitiva, la lingüística cosmológica es el estudio del universo visto a partir de las texturas discursivas con que es concebido y expresado. Esta concepción incluye todos los intercambios lingüísticos que tienen lugar tanto en el cibermundo (Internet), como en los espacios físicos. Pero incluso los cuerpos espaciales que nos rodean son portadores de sentido, de un entramado de significado, o discurso, susceptible de estudio de todo tipo, incluyendo el estudio lingüístico, por lo que es posible decir que el cosmos se expresa en forma de discurso y el mismo constituye un objeto idóneo para la búsqueda inagotable del saber.
El universo es en sí el discurso en su forma concreta de texto y, desde esta perspectiva, este enfoque no observa diferencias entre lenguaje, lengua, habla y discurso, por lo que lo asume, a este último, como objeto del estudio lingüístico.
Todas estas características son las idóneas para materializar el estudio de los intercambios lingüísticos que tienen lugar en esta era de la información. La comunicación en el ciberespacio no responde a las pretensiones saussureana, ni tampoco en el mundo real, ya que las realidades de nuestra era escapan a las construcciones fonológicas, morfosintácticas y léxico-semánticas de cien años atrás, y no porque la lengua haya diacrónicamente evolucionado al grado de transformar la unidad lingüística de las lenguas actuales, sino porque ha sido precisamente el cosmocontexto (espacio real y espacio virtual) que ha desbordado los horizontes lingüísticos, por lo que esta ciencia ha pasado de ser la parcela que obedecía a los dictámenes formalistas, a una de las ciencias complejas o cosmológicas con capacidad de apertura a las posibilidades cooperativistas de otras teorías científicas y filosóficas, tales como las neurociencias, la teoría de la complejidad, entre otras que faciliten su comprensión.
Aunque Van Dijk (2005: 31) al referirse al discurso lo entiende como cualquier manifestación o intercambio verbal que tiene lugar entre dos o más hablantes, en el cosmocontexto de una lingüística compleja, se entiende el discurso como una macroestructura semántica que tiene lugar en los intercambios comunicativos, y en las realidades universales, ordenada en secuencias de entramados enunciativos (textos).
La teoría del análisis del discurso constituye un esfuerzo loable para el estudio de la lengua en contexto, pero esta no aborda el cibermundo, es decir, el uso de la lengua que tiene lugar en el contexto ciberespacial, por lo que la propuesta de una cosmovisión lingüística que integre tanto las interacciones lingüísticas que suceden en el mundo real y, colateralmente y sucesivamente, en el virtual en un cosmocontexto ontológico, tiene sentido.  
La lingüística cosmológica que propone esta dimensión entiende que todo conocimiento expresado puede ser objeto de estudio lingüístico. Cree fielmente que mientras más conocimiento del universo domine un hablante, más competente lingüísticamente es. El investigador y maestro de este enfoque, en consecuencia, se concibe como un amante de la lectura, de la cultura y de la escritura de todo tipo de discurso, sin prejuicio y sin ningún otro tipo de limitación conceptual. La cosmovisión lingüística de esta perspectiva reconoce que el campo de acción de esta ciencia del lenguaje es ambiciosa y compleja, pero necesaria, para contribuir eficazmente al desarrollo integral del ser humano.
Esta visión lingüística no pretende ser una lingüística distinta a la que el significado de este término refiere. Más bien, el calificativo “cosmológica”, sugiere una contextualización de los procedimientos metodológicos y la manera de concebir la investigación y la enseñanza desde una lingüística actual, libre del anquilosamiento de las presunciones de otros contextos ya no vigentes. Por ello, los antecedentes de esta visión están compuestos por la historicidad misma de la lingüística, la cual está, a la vez, compuesta por el conjunto de pensadores y pensamientos, que desde Panini y los griegos hasta nuestros días la han configurado desde sus diversas perspectivas. Su método principal es el científico, y sus procedimientos son y siguen siendo los que la historia de la lingüística ha creado y sigue creando, adaptados, por supuesto, a las nuevas realidades de los discursos y de los hablantes. Estos planteamientos asumen las teorías del análisis del discurso, y todas las demás que se han originado en torno a las discusiones sobre la lengua, enriqueciendo sus ideales con la función dialéctica, epistémica y axiológica del lenguaje, así como con la incorporación del contexto ciberespacial. Igualmente, las disciplinas y categorías lingüísticas siguen siendo las que la naturaleza del estudio de la lengua ha demandado, más el auxilio de otras pertenecientes a otros horizontes del cosmos.

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