AÑO 1 NO. 1, MAYO 2015
DE LA LINGÜÍSTICA FORMAL A LOS CONTEXTOS CIBERESPACIALES
Por Gerardo Roa Ogando
Resumen
Este artículo introduce el concepto de
lingüística cosmológica, como una propuesta teórica que ha sido el resultado de
una investigación empírica y bibliográfica patrocinada por la Universidad Autónoma
de Santo Domingo (UASD) durante los años 2014-2015, la cual tuvo como objetivo
caracterizar los contextos históricos, actuales y ciberespaciales en los que
tienen lugar los intercambios comunicativos. Los resultados preliminares de la misma
advierten la necesidad de adecuar los procedimientos de investigación
lingüística, así como los métodos de enseñanza de la lengua al cosmocontexto,
concepto que incluye el contexto presencial y el contexto virtual en los que
los hablantes producen discursos.
Palabras clave: Cosmolingüística,
cosmocontexto, entramado discursivo, discurso, texto
Summary:
This article
introduces the concept of cosmological linguistics, as a theoretical proposal
that has been the result of an empirical and bibliographic research sponsored
by the Autonomous University of Santo Domingo (UASD), 2014-2015, which aimed to
characterize the historical, current and cyberspace contexts those occurring
communicative exchanges. Preliminary results from the same feel the need to
adapt linguistic research procedures and methods of teaching the language, the
cosmocontexto, a concept that includes virtual classroom context and the
context in which the speakers produce speeches.
Keywords: Cosmolingüística, cosmocontexto, discursive
framework, speech, text
El
concepto “lingüística cosmológica” es una propuesta que hace énfasis en los
resultados de investigaciones, los cuáles han confirmado que el estudio
particularizado y abstracto de las unidades del lenguaje, entendido como
capacidad, forma, función, estructura y uso, puede adolecer de valor
lingüístico e intelectual, sobre todo, en la era de la información en la que
hoy vive la humanidad (Barroso, 2007: p. 7-12; Kander, 2000: 54-60; Milner,
1989: 38; Roa, 2013, p: 35-40).
Como advierte
Merejo (2007, p. 5) hoy más que en cualquier otro tiempo “es preciso comprender
que las sociedades de la información y del conocimiento son la que llevan la
hegemonía en el panorama político internacional y las que imponen las reglas de
juego en el plano económico. De ahí que el sentido ético sea comprender que
esto no es moda pasajera o simples ideas vagas, sino nuevas relaciones sociales
tecnológicas que exigen nueva forma de educar, de dirigir la economía y
entender la cultura y los demás aspectos de la sociedad”.
También a la
lingüística, como principal ciencia del lenguaje, le corresponde reorientar sus
enfoques para responder a estas demandas del presente que menciona Merejo. García (2002, p. 25)
igualmente piensa que el mundo globalizado y cada vez más abundante en
informaciones en el que actualmente vive la humanidad, exige hoy más que nunca
–y a mayor grado– el desarrollo de competencias múltiples.
Las exploraciones
bibliográficas que hemos realizado, indican cómo cuarenta años atrás, el
almacenamiento de datos e informaciones en la memoria cerebral humana era
necesario para sostener los intercambios
sociales, pues antaño no existían los ordenadores que hoy por hoy han llegado a
ser “prótesis” de nuestro propio cerebro. ¡Cuán gran cantidad de números
telefónicos y fichas de autores, por ejemplo, era capaz de memorizar un
ciudadano medio de la época pre-cibernética! No obstante, hoy, con tan sólo
teclear sobre un enlace se encuentra un cibernauta con millones de páginas
electrónicas que abordan un mismo tema desde diversas perspectivas. Ante tal
afrenta, cualquier lector medio pudiera sentirse abrumado o tal vez confundido
si no contara con criterios de búsqueda que le permitan categorizar la
información según sus intereses y/o necesidades.
Aunque hoy nadie
duda que De Saussure (1916) fue quien precisó las categorías definitorias de la
lingüística como ciencia, logrando incorporar el concepto de lengua como objeto
de estudio de la lingüística (distinto al lenguaje y al habla), nuestra
perspectiva advierte que tales conceptualizaciones saussureanas no deben ser
entendida desde un único punto de vista sincrónico, como este insigne autor las
propuso. Cien años de investigaciones posteriores a Ferdinand de Saussure han
demostrado que el objeto lingüístico no puede ser abordado únicamente desde un
punto de vista homogéneo y abstracto (sincrónico), puesto que, como se infiere
de Bajtín (1998, 60-79), la sincronía existe en función de la diacronía, y esta
sin la sucesión sincrónica de hechos lingüísticos, tampoco sería posible.
Lo mismo es
aplicable a las demás dicotomías saussureanas. Es casi imposible concebir el
significante como particular al significado (y a la inversa) del signo
lingüístico, ya que el primero constituye la huella acústica y psíquica que nos
permite identificar al segundo. Al propio tiempo, el referente o realidad, al
que Saussure dedica muy poca reflexión, es la razón por la que existe el signo
lingüístico y éste, a la vez, existe debido a que forma parte del cosmocontexto
en que vive el sujeto, quien por múltiples necesidades (comunicativas,
psíquicas, afectivas, sociales, económicas…) denomina la realidad ontológica y
la convierte en objeto de sus circunstancias de forma arbitraria. Luego sucede
que la delimitación entre significado y significante es tan irreal que no es
posible desligarla una de la otra, puesto que cada vez que un significado es
expresado, desde el punto de vista de la lingüística formal, lo que expresamos
en realidad es una cadena de significante, dejando lo que entendemos como
significado a una noción que escapa a la lingüística saussureana, pero que sí
hallamos en otra disciplina, verbigracia en la psicología cognitiva.
Esto mismo sucede
con la dicotomía saussureana de relaciones sintagmáticas y paradigmáticas,
sobretodo porque es imposible hablar del primero sin el segundo, y viceversa.
Y en cuanto a la
delimitación que Saussure establece entre lenguaje, lengua y habla, una observación
detenida indica que en la realidad, no es posible concebir la una sin la otra.
El lenguaje, como capacidad innata que permite que los sujetos hablen lengua, no
sería lenguaje sin el dominio de un sistema de significado que permita la concreción,
o habla, mediante la cual el sujeto se expresa. Por tanto, resulta difícil
hablar de la lengua, aislada al lenguaje y al habla. En tal caso, se estaría
hablando de una lengua que ha dejado de hablarse, o porque todos sus hablantes
han muerto o porque la misma ha cambiado diacrónicamente, como expresa
Bernández (2004, p. 123).
Este razonamiento
pone en entre dichos, igualmente, la noción de lingüista como ciencia única de
la lengua, puesto que las características de una ciencia vienen dada por la
naturaleza de su objeto, en términos ontológicos. Como hemos visto, la
naturaleza del lenguaje, o energía, es por naturaleza compleja, puesto que no
es posible explicarla desde una única disciplina. Como expresa Humboldt
(1990/1837: 56): “Aunque estamos habituados a pasar de los sonidos a las
palabras y de éstas al discurso, lo que es primero es el discurso”.
Contrario a las
ideas de Humboldt, la lingüística general ha dirigido sus esfuerzos a la
descripción de la lengua, desde unas perspectivas fónica, formal y sémica,
dejando de lado el significado global del discurso, el sentido, el referente y
otros aspectos esenciales para el logro de los objetivos del propio lenguaje. (Benveniste,
2004: 33)
En las escuelas
estructuralistas del siglo XX se estudiaron (con excepción, en mínimas partes,
del danés Louis Trolle Hjelmslev) las nociones de lengua, sin otorgar mucha
importancia a la complejidad que se entrama en ese fenómeno complejo que es el
lenguaje.
Pero con todo,
algunas de estos lingüistas reconocían que no era posible reducir la lengua a
una sola forma, como bien indica Sapir (2004: p. 29): “El lenguaje es un método
exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar ideas, emociones y deseos
por medio de un sistema de símbolos producidos de manera deliberadas”.
El propio Saussure
al referirse al lenguaje, lo hace como una facultad multiforme, heteróclita, y
a la vez físico, psíquico, fisiológico, social e individual. Pero como indica
Niño (2007: p. 120), “decidió considerar como objeto de estudio la lengua,
[aislada de la facultad y del uso] por ser ésta una totalidad en sí y un
principio de clasificación”. Pues aparentemente, ésta concepción de Saussure más
bien resultó ser una excusa involuntaria y cuasi consciente, debido a la errada
creencia del positivismo que considera ciencia sólo a aquellas que fueran
capaces de responder a los rigores cuantitativos de las ciencias naturales y
las matemáticas.
A partir
de la década de los años 60 del siglo XX, las teorías del contexto y del
análisis del discurso han aportado líneas que responden a las realidades de la
lengua. Petöfi et al
(1978) y Van Dijk (2005) han realizado grandes contribuciones para una mayor y
mejor comprensión del objeto lingüístico; y si le agregamos las teorías del ciberespacio
publicadas por Merejo (2007, ib.) llegamos a comprender que el campo de acción
de la lingüística es hoy mucho más amplio que en años atrás. Asimismo, Morín
(1994) con sus teorías del pensamiento complejo ha hecho comprender que el
conocimiento es multidisciplinar, lo que significa que las disciplinas se
implican por la naturaleza implicada del mundo.
Teniendo todos estos datos como antecedentes,
y aunque es justo reconocer la concepción saussureana de lengua como sistema,
la cosmovisión lingüística que proponemos no se circunscribe a ningún sistema
abstracto y homogéneo. Contrario a esta idea, el objeto de estudio de la lingüística cosmológica
no es, ni puede ser un único sistema, sino el cosmosistema de entramados
comunicativos compuesto por conjunto de sistemas discursivos que se
entremezclan en el cosmos ontológico, dotando al cosmolingüista de una línea de
pensamiento transdisciplinar, favorable para la búsqueda constante del saber,
sin presumir de ser filosófica ni de ser científica; porque en efecto no es la
una sin la otra; ni únicamente la una ni la otra; y no se circunscribe a los
rigores reduccionistas del pensamiento parcelario de la llamada lingüística
moderna, valga la redundancia (Roa, 2015: pp. 5,6).
La lingüística cosmológica es una dimensión de estudio que invita a los
laboriosos de la lengua, y de otras áreas a fines, a descubrir la propia
concepción del ser en su propio discurso, desde una perspectiva que trasciende
a la descripción de datos descontextualizados del cosmos o conjunto
indeterminado de discursos. En cosmolingüística se estudia al sujeto en su
discurso, y al mismo tiempo a la inversa, en el cosmocontexto, incluyendo la
interacción lingüística que tiene lugar en el ciberespacio (el mundo virtual) y
en el espacio físico, trascendiendo las concepciones lingüísticas parcelarias a
una lingüística cosmológica o, lo que es lo mismo, de la complejidad; teniendo
como ventaja la concepción de un sujeto cosmovisionario, ubicado en el cosmos
al que corresponde y al que conoce con detalles, gracias al corolario de su
intensa y asidua interpretación del mundo.
Las reflexiones
acerca del signo lingüístico y sus diversas características cuentan más de dos
mil años, desde que en la India y en Grecia fuera iniciada. Por lo anterior, el
concepto de lingüística cosmológica, atendiendo al significado histórico de la
palabra cosmología: “Estudio del universo en su totalidad” (DRAE, 2010), refiere
a la visión global con que esta dimensión dialéctica enfoca el objeto de su
estudio. Sugiere con esta expresión la inclusión del estudio de todos los
elementos extralingüísticos que coexisten en el contexto de producción de un
determinado acto lingüístico. Supone reconocer que el estudio abstracto y
descontextualizado de los aspectos que conforman el signo lingüístico, no es
suficiente para exponer la realidad del lenguaje, debido a su limitada e
instrumental contribución intelectual. Implica aceptar que el objeto de estudio
de la lingüística está compuesto por el universo o cosmos, por expresarse este
gracias a la materia prima de la percepción humana, la cual primero nace en
forma de pensamiento y luego se transforma en discurso. En definitiva, la
lingüística cosmológica es el estudio del universo visto a partir de las
texturas discursivas con que es concebido y expresado. Esta concepción incluye
todos los intercambios lingüísticos que tienen lugar tanto en el cibermundo
(Internet), como en los espacios físicos. Pero incluso los cuerpos espaciales
que nos rodean son portadores de sentido, de un entramado de significado, o
discurso, susceptible de estudio de todo tipo, incluyendo el estudio
lingüístico, por lo que es posible decir que el cosmos se expresa en forma de
discurso y el mismo constituye un objeto idóneo para la búsqueda inagotable del
saber.
El universo es en sí
el discurso en su forma concreta de texto y, desde esta perspectiva, este
enfoque no observa diferencias entre lenguaje, lengua, habla y discurso, por lo
que lo asume, a este último, como objeto del estudio lingüístico.
Todas estas
características son las idóneas para materializar el estudio de los
intercambios lingüísticos que tienen lugar en esta era de la información. La
comunicación en el ciberespacio no responde a las pretensiones saussureana, ni
tampoco en el mundo real, ya que las realidades de nuestra era escapan a las
construcciones fonológicas, morfosintácticas y léxico-semánticas de cien años
atrás, y no porque la lengua haya diacrónicamente evolucionado al grado de
transformar la unidad lingüística de las lenguas actuales, sino porque ha sido
precisamente el cosmocontexto (espacio real y espacio virtual) que ha
desbordado los horizontes lingüísticos, por lo que esta ciencia ha pasado de
ser la parcela que obedecía a los dictámenes formalistas, a una de las ciencias
complejas o cosmológicas con capacidad de apertura a las posibilidades
cooperativistas de otras teorías científicas y filosóficas, tales como las
neurociencias, la teoría de la complejidad, entre otras que faciliten su
comprensión.
Aunque Van Dijk (2005:
31) al referirse al discurso lo entiende como cualquier manifestación o
intercambio verbal que tiene lugar entre dos o más hablantes, en el
cosmocontexto de una lingüística compleja, se entiende el discurso como una
macroestructura semántica que tiene lugar en los intercambios comunicativos, y
en las realidades universales, ordenada en secuencias de entramados
enunciativos (textos).
La teoría del
análisis del discurso constituye un esfuerzo loable para el estudio de la
lengua en contexto, pero esta no aborda el cibermundo, es decir, el uso de la
lengua que tiene lugar en el contexto ciberespacial, por lo que la propuesta de
una cosmovisión lingüística que integre tanto las interacciones lingüísticas
que suceden en el mundo real y, colateralmente y sucesivamente, en el virtual
en un cosmocontexto ontológico, tiene sentido.
La lingüística cosmológica
que propone esta dimensión entiende que todo conocimiento expresado puede ser
objeto de estudio lingüístico. Cree fielmente que mientras más conocimiento del
universo domine un hablante, más competente lingüísticamente es. El investigador
y maestro de este enfoque, en consecuencia, se concibe como un amante de la
lectura, de la cultura y de la escritura de todo tipo de discurso, sin
prejuicio y sin ningún otro tipo de limitación conceptual. La cosmovisión
lingüística de esta perspectiva reconoce que el campo de acción de esta ciencia
del lenguaje es ambiciosa y compleja, pero necesaria, para contribuir
eficazmente al desarrollo integral del ser humano.
Esta visión
lingüística no pretende ser una lingüística distinta a la que el significado de
este término refiere. Más bien, el calificativo “cosmológica”, sugiere una contextualización
de los procedimientos metodológicos y la manera de concebir la investigación y
la enseñanza desde una lingüística actual, libre del anquilosamiento de las
presunciones de otros contextos ya no vigentes. Por ello, los antecedentes de
esta visión están compuestos por la historicidad misma de la lingüística, la
cual está, a la vez, compuesta por el conjunto de pensadores y pensamientos,
que desde Panini y los griegos hasta nuestros días la han configurado desde sus
diversas perspectivas. Su método principal es el científico, y sus
procedimientos son y siguen siendo los que la historia de la lingüística ha
creado y sigue creando, adaptados, por supuesto, a las nuevas realidades de los
discursos y de los hablantes. Estos planteamientos asumen las teorías del
análisis del discurso, y todas las demás que se han originado en torno a las
discusiones sobre la lengua, enriqueciendo sus ideales con la función
dialéctica, epistémica y axiológica del lenguaje, así como con la incorporación
del contexto ciberespacial. Igualmente, las disciplinas y categorías
lingüísticas siguen siendo las que la naturaleza del estudio de la lengua ha
demandado, más el auxilio de otras pertenecientes a otros horizontes del
cosmos.
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